Léxico regional en Un viaje a Termápolis
Léxico regional en Un viaje
a Termápolis
Martha Lilia Sandoval Cornejo
universidad Autónoma de
Aguascalientes
Eduardo J. Correa, poeta, periodista y narrador nacido en
Aguascalientes en 1874, publicó su emblemático libro Un viaje a Termápolis en 1937. El texto hace referencia al viaje
que de Guadalajara a la ciudad de Aguascalientes realizó su padre, el notario Salvador
Correa, en el último tercio del siglo XIX. La narración de este desplazamiento
termina siendo un minucioso recorrido por la urbe, “triste, pero querendona”, con
sus espacios, personajes, costumbres y
festividades, donde el escritor va destacando con negritas ciertas las
palabras y expresiones. Este
señalamiento ha sido conservado con
cursivas en las dos posteriores ediciones, una del Instituto Cultural de
Aguascalientes en 1992, y otra de ML libros de México/ London Books, en 2011,
lo cual comprueba el carácter significativo
que tuvo para el autor.
En lo personal he estado en contacto con la
obra de Eduardo J. Correa desde mi tesis de Maestría, donde estudié este libro,
emblemático de la ciudad y sus habitantes; después, en mi tesis doctoral proseguí
investigando acerca de sus novelas, que en número de 14 publicó entre 1929 y
1948, pero siempre me había quedado con el deseo de estudiar el léxico marcado
por Correa en Un viaje. Este
encuentro Regional de la Academia de la Lengua me ha dado la oportunidad de
hacerlo, por lo que agradezco a los organizadores, a la Mtra. Ana Luisa Topete,
al Mtro. Felipe San José, oportunidad de estar aquí y compartir con ustedes el
resultado de mi análisis. Formulo, como hipótesis de trabajo, que el conjunto
de palabras y expresiones marcadas por Correa nos puede dar una idea de ciertas
peculiaridades del habla en la ciudad de Aguascalientes en el siglo xix, una
idea limitada, ciertamente, pero que puede incitar a otros investigadores
a contrastarla y ampliarla, con el estudio de otras
publicaciones y documentos.
Ya entrados en el tema, la pregunta más obvia es ¿qué clase de palabras o frases destacó
Eduardo J. Correa?
Por ponerles un ejemplo les mencionaré
algunas de las que aparecen en los primeros capítulos: tulises, maroma, jijos,
hai, jerré, chinguirito, guango, apiloncillado, Parián, chimbirines; ( el
programa que uso en la computadora ya me va señalando con un subrayado rojo que
no tiene varias de estas palabras en su repertorio). En cuanto a expresiones,
tendríamos que llegar a capítulos más adelante
para encontrarnos con algunas, quizá tan extrañas para todos nosotros
como aquella de ir “de almartigón y cola amarrada”. ¿Qué hacer con este corpus?
Comienzo por consultar cada palabra en el Diccionario de la Real Academia de la
Lengua, como primer método de contraste, para saber cuáles están en el
repertorio general del español, pero que quizá no lo estaban en el siglo XIX y
por eso fueron marcadas por Correa, y me encuentro que en efecto hay palabras
como Parián, porque, según el DRAE, viene del tagalo, donde significa mercado y
de ahí pasó al español con el mismo significado.
La consulta en el
DRAE resulta útil también en otro sentido, pues de algunas palabras consigna
las acepciones que corresponden al ámbito del español americano en general, o
concretamente del español mexicano, o el
de cualquier otro país de habla hispana. Este es el caso de la palabra maroma
que en español peninsular significa cuerda retorcida, pero la cuarta de las
acepciones está señalada como americanismo en el sentido en el que está usada
en el texto de Correa, es decir, como voltereta política, cambio oportunista de
opinión o de partido. También ocurre que el mexicanismo no se mencione, pero sí
su antecedente fonético más próximo,
como sucede con el vocablo gorupo, que en Un viaje sirve para designar a un pequeño insecto, y que el DRAE
consigna como gorgojo.
Sin
embargo, como era de esperarse, muchas de las palabras señaladas no están
registradas en el DRAE, y hay que recurrir a los Diccionarios de mexicanismos.
Fundamentalmente consulté el Diccionario del español hablado en México,
elaborado por el Colegio de México, en adelante DEM y en efecto, este lexicón
da cuenta y razón de muchos de los
términos que usa Correa. Pero hay vocablos que no aparecieron en ningún
diccionario, a éstos yo les llamo, de momento y convencionalmente,
regionalismos. Conforme a este primer acercamiento elaboro un esquema en el que
clasifico las palabras y expresiones en mexicanismos, modismos y regionalismos.
Pero este esquema me resulta insuficiente, pues queda sin resolver el tema de
la vigencia. ¿Cuántas de estas palabras y expresiones han caído en desuso y por
qué? Son muchas preguntas para un ensayo tan breve. Veamos cuántas alcancé a responder.
Los mexicanismos, definidos por Concepción
Company en la introducción del nuevo Diccionario
de mexicanismos de la Academia
Mexicana (Siglo XXI, 2010, p. XVI), como
“el conjunto de voces, locuciones, expresiones y acepciones
caracterizadoras del habla de México, que distancian la variante mexicana
respecto del español peninsular, concretamente, de su variedad castellana”,
forman, en el libro de Correa un grupo relativamente amplio en el que se
incluyen varios nahuatlismos, algunos tan conocidos como paliacate, tepetate,
chiquigüite, tepetate, otate, tejocotes y huaraches, otros que han caído en desuso como tlaco y
papaquis, y otros más de los que no se tiene conciencia de que son indigenismos
como la palabra cuico, que en la jerga popular se sigue usando como sinónimo de
policía, con connotación despectiva, pero sin identificar su origen en la
lengua náhuatl, lengua en la que significa simplemente “el que viene a
aprehender a otro”.
Ahora bien, la mayor parte de mexicanismos
que encontramos en Un viaje… son
sustantivos y corresponden a áreas muy específicas de la actividad humana: por
ejemplo en el campo de la botánica el texto menciona a árboles típicos de la región como el pirul;
elementos como el carrizo, en el de las
construcciones sobresale la palabra tejabán, en el campo de alimentos se mencionan el colonche y el pozole; en el de las vestimentas se alude al joronjo y al rebozo; pero también palabras que designan
acciones como zumba y hay sinónimos populares de homosexual como el vocablo
joto. Entre los adjetivos encontramos las palabras: chipil, catrín, mocho,
chinaco y guango, y en cuanto a los verbos cabe destacar los términos soltar,
alear, recortar y fregar. Todos estos términos están
definidos en el Diccionario del español
de México.[1].
El DEM, como se conoce a este Diccionario por sus
siglas, designa al pirul como un árbol
frondoso de hasta 10 m de altura, que crece principalmente en la Mesa Central
de México, en tierras áridas; sus hojas son compuestas y olorosas; da flores
pequeñas y casi blancas (las femeninas en un árbol y las masculinas en otro) y
frutos en racimos, formados por bolitas color de rosa, de unos 5 mm de
diámetro, con una semilla de sabor a pimienta, de la que gustan los pájaros. Su
madera se usa para fabricar fustes y como combustible, y la resina que produce,
para elaborar barnices y algunos remedios. En este mismo apartado se encuentra
la palabra “carrizo” que hace referencia
a una “Planta de la familia de las gramíneas, de tallos resistentes, huecos y
nudosos, que nace en grupos en los bordes de ríos y arroyos, o en lugares
húmedos; mide hasta 6 m de altura; tiene hojas alargadas y numerosas flores
pequeñas, agrupadas de manera muy vistosa. Los tallos se utilizan en la
elaboración de artesanías, en la construcción de techos, de bordos, etcétera. En
cuanto al campo de la alimentación se destacan las palabras pozole y colonche;
y en la del vestido las palabras jorongo y rebozo. Colonche es definida por el
DEM como “Bebida alcohólica que se hace con el zumo de la tuna colorada y
azúcar”.
Otro término que nos habla de elementos que
formaban parte de ciertas habitaciones de algunas viviendas, está representado
por la palabra “tejabán”, palabra que el DEM define como “Techo o cobertizo construido sobre palos
altos, sin paredes, que puede ser de teja, de carrizos, de paja o de lámina de
cartón, y que sirve para proteger ciertas cosas de la intemperie, como la
pastura o los granos”.
Cabe
señalar, que las palabras que Eduardo J. Correa marca con el señalamiento
tipográfico de las negritas, hace énfasis en un vocabulario utilizado por las
clases populares, lo cual se corrobora si pensamos en que incluye palabras como
“zumba”, “joto” y chamuco. La primera definida como: “Serie de azotes o golpes que
se dan a una persona; paliza”, es utilizada en frases tan repetidas como
aquella que dice: “Deja que lleguemos a
la casa, y te voy a dar una zumba de la que te vas a acordar”; mientras que el término “joto” hace referencia a una forma despectiva y . coloquial, además de
popular y grosera, del hombre homosexual, por último la palabra chamuco es una forma coloquial de nombrar al
diablo.
También podemos hacer mención que en la
sociedad decimonónica que Correa caracteriza en Termápolis se usó la palabra
pollos, en el sentido de “hombre joven, aludido o invocado por persona de mayor
edad” (DRAE), del mismo modo que se usó
en gran parte del país, según nos lo hace saber el escritor José Tomás de
Cuéllar en su novela titulada Ensalada de
pollos.
En cuanto a los
adjetivos, nuestro escritor destaca los vocablos chipil, guango, catrín,
luchón, mocho y chinaco. Los dos últimos caracterizaban a los grupos políticos
que se polarizaron en el siglo xix. La palabra mocho denominaba a los
conservadores, cuya filiación religiosa los hacía parecer a los ojos del grupo
contrario como santurrones y gazmoños, mientras que el término chinaco, designa, según el Diccionario, al
“Guerrillero liberal de la época de Maximiliano”, pero con su correspondiente
connotación despectiva.
Por otra parte, los adjetivos chípil y guango
y luchón pertenecen al habla coloquial y popular. El primero de este grupo se
refiere al “Que está triste o melancólico, sobre todo las mujeres cuando están
embarazadas o los niños cuando su madre está encinta, de ahí la conocida frase:
“Ese niño anda chípil; ha de ser que su
mamá está esperando”, mientras que el adjetivo guango, cuya equivalencia en
México es holgado o ancho, es usado en
frases que designan una característica de sustantivo al que califican, pero
también en frases despectivas. En cambio, la connotación del adjetivo luchón es positiva, pues se refiere
al que se esfuerza mucho en
trabajar y buscar oportunidades para salir adelante con la economía familiar:
“Es una mujer muy luchona”. Asimismo, se
observa que el adjetivo catrín, que en México designa al que va “bien vestido,
engalanado”, tenía plena vigencia en el siglo XIX, pero no tanta como la que ha
adquirido en el ámbito cultural, gracias a la obra del grabador aguascalentense
José Guadalupe Posada y su famosísima “Catrina”.
Cabe
señalar que algunas palabras son consideradas mexicanismos solamente a
causa de la especial connotación que adquieren en el
ámbito mexicano, de éstas, Eduardo J. Correa, destaca “soltura”, alear,
recortar, fregar y pespuntear. La primera de este grupo, en términos coloquiales
significa evacuar frecuentemente el estómago a causa de alguna indigestión o
enfermedad: “La papaya me soltó”; por otra parte, “alear” se usaba como forma
apocopada de aletear: “Los gavilanes alean rondando el gallinero; “fregar” es un coloquialismo que en América se
traduce por “fastidiar, molestar,
jorobar”, el vocablo “pespuntear” que de la acepción general que tiene esta palabra en el
campo de la costura, pasa a designar en
México al zapateado suave en el baile
del jarabe. Empero, la palabra que en el
contexto de Un viaje… resulta más
relevante es el verbo “recortar”, con su sustantivo “recorte”, mexicanismo que
se traduce como “Hablar mal de alguien”, pues Correa afirma que esta acción es: “Oficio en Termápolis, casi la diversión
única” p. 139.
nosotros, los de la pomada, vamos
vestidos de almartigón y cola amarrada
modismos
Los modismos que aparecen en Un
viaje a Termápolis conforman un grupo relevante pues, aunque no son muchos,
son los suficientes para caracterizar a una comunidad jocosa, irónica,
divertida, católica, pero sobre todo muy apegada a las apariencias. Veamos.
Según el DRAE, modismo es «expresión fija,
privativa de una lengua, cuyo significado no se deduce de las palabras que la
forman». Francisco Sánchez Benedito (1986: 1) define esta palabra simplemente
como "toda expresión que significa algo distinto a lo que las palabras que
la componen parecen indicar". De forma muy similar se expresa Raquel
Pinilla Gómez (1989: 349) cuando afirma que los modismos son «aquellas creaciones
léxicas, tanto espontáneas como derivadas de refranes, que operan como una sola
unidad semántica y cuyo significado conjunto no puede ser deducido de la suma
de sus elementos constituyentes».
Por su lado, José María Romera señala
ciertas características de los modismos de las que quiero destacar sólo
dos: 1) Son de origen popular y se
transmiten oralmente.2) A diferencia del refrán, no contiene necesariamente un
consejo o una sentencia, sino que aporta elementos expresivos de muy distinto
tipo que empleamos para ilustrar, ponderar o completar el mensaje.
Resulta destacable que cuatro de los modismos
que Correa consigna en Un viaje a
Termápolis hagan hincapié en las características de cierto grupo social de
élite, grupo al que se designaba, no sin
ironía, como los “De pomada” figura coloquial que hace alusión al “Círculo de personas que por su prestigio o
influencia ocupan una posición social o profesional privilegiada. Eran los
triunfadores, la gente que estaba en la pomada;
mientras la locución verbal coloquial “Darse postín”, equivalía a darse
tono, o tener “presunción afectada o sin
fundamento”, lo cual equivalía a querer estar con los de la pomada. Seguramente
éstos iban a fiestas y reuniones, vestidos como dice Correa: De almartigón y cola amarrada, curiosa
expresión que poco tiene que ver con las palabras que la conforman, pues “Almartigón”
es un mexicanismo que, según la Real Academia Española, viene de almártaga,
especie de alcayata tosca que sirve para atar las bestias al pesebre, pero en
el contexto del libro de Don Eduardo, la expresión ir De almartigón y cola amarrada significaba ir elegantemente vestido. Asimismo,
nuestro autor recoge la expresión “Andar
de cócono”, con su significado de andar presumiendo sus galas o trajes, para
conquistar a las mujeres, según el
siguiente pareado: Anda cocona canela /que ya están llamando a misa; misa que,
por cierto, debía estar muy concurrida, sobre todo la celebración de las once
la mañana, a la que debía acudir toda “la pomada”, puesto que también se usaba
en la ciudad el modismo “hacer la misa
de once” para designar los amontonamientos de personas, según señala Correa: “Se divierten haciendo Misas de once con la
gente que se agrupa en los puestos” , Un
viaje Termápolis, p. 202, El modismo
anterior no se debe confundir con el de “Hacer las once, hacer, o tomar la
once”, que consiste en: “Tomar un
refrigerio ligero entre las once y las doce de la mañana, o a diferentes horas
de la tarde, según los países”.
Pero
si los modismos anteriores parecen caracterizar a un léxico regional, hay otros
que proceden de una tradición hispánica específica y que identifican el aspecto
conservador de este léxico, por lo menos hasta el siglo XIX, en el cual, según
Don Eduardo, los novios todavía acudían al balcón de la novia a Pelar la
pava, y los borrachos que quedaban tirados en cualquier lugar a Dormir
la mona. El primero de estos modismos,
según el DRAE, proviene de Andalucía y significa “Conversar los enamorados; el hombre desde la
calle, y la mujer, asomada a una reja o balcón”, y el segundo es una frase
coloquial para hablar de la embriaguez o borrachera, para lo cual los
termapolitenses también acuñaron la expresión de “se les cansó el caballo”. De
este grupo, sólo una expresión tiene relación con la lengua gala. Correa
menciona que algunos muchachos llevaban la gorra puesta “a la negligée”, frase
donde la voz francesa negligée reponde a su sentido de “descuidado,
desaliñado”. DRAE.
“De gollete” y “de pasada” son dos
locuciones adverbiales consignadas en Un
viaje…, la primera con un sentido
distinto a los que consigna el DRAE, pues este lexicón no incluye la
acepción con la cual es usada en
Termápolis y que es autoinvitarse en algún festejo. De pasada, en cambio
corresponde a mencionar algo o acudir a
algún lugar de manera pretendidamente casual.
De pasada, como dice nuestro autor, les
comentaré que, en Termápolis, don Salvador Correa se hizo de un buen amigo, el
simpático dentista francés Luis Magin, quien pronto aprendió a interactuar con
la clientela -tanto la distinguida como la
popular- que frecuentaba su consultorio y al llegar algún paciente le
presentaba las tres opciones posibles para extraerle la pieza dental dañada- ¿De dedo, de hueso o
de infla?, los primeros dos procedimientos se entienden por sí mismos, en
cuanto al último, explicaba el
rudimentario odontólogo: “Si prefiere aspirar
el aire y cerrar la boca para que los carrillos se inflen”. A estas frases ya no se les puede llamar modismos, son expresiones que entran en el idiolecto de tal personaje,
quien también hablaba de: “Extraer una
pieza dental a cuerno limpio”, pero me quise referir a ellas antes de cerrar
esta parte del trabajo, como una muestra de que la lengua se enriquece hasta de
las pequeñas aportaciones individuales. De esas pequeñas aportaciones quiero
hablar en el siguiente apartado.
Regionalismos:
Además de las palabras
estudiadas, Eduardo J. Correa hace
alusión, en este magnífico libro, a un
conjunto de palabras, a través de las cuales podemos tener un acercamiento a
una sociedad sensitiva, que apreciaba las comidas, las flores, los vinos, pues
sus miembros designaban las comidas, las frutas, los vinos, los panes con
vocablos variados y plásticamente accesibles. Los distintitos panes se
nombraban con palabras como tostadas, cotorras, chamucos, novias y semitas. Los
postres eran designados como fruta de
horno puchas, encanelados, ojos de buey,
tatemada de raíz, morelianas,
pepitas y tirilla de durazno. Los
vinos podían ser “Pinos”, si venían de ese poblado zacatecano, o “Chorrera”, si
procedían de San Luis Potosí, sin faltar el humilde chinguirito, según lo
define el DRAE, como “aguardiente de caña, de calidad inferior”. De manera
ilustrativa, utilizaban la palabra “machos”,
para nombrar a la comida que se arregla con las vísceras y el adjetivo “calientitas”, así en diminutivo claramente
apreciativo servía a los usuarios como
sinónimo de tortillas calientes.
Otro campo semántico que mereció la
atención del escritor es el relacionado con las flores, los frutos, las
verduras y hierbas usadas como medicamento, que se cultivaban en las huertas
que rodeaban la ciudad, en expresión de don Eduardo, "como cinturón de
esmeralda”. Las flores eran denominadas con nombres tan gráficos como quiebraplatos, sinvergüenza, belenes y
confite; entre las hierbas se
mencionan el estafiate, el simonillo, la
hojasén, la orejuela de ratón, la
carmelitana, la tumba vaquero, las tripas de Judás y la yerbamora. Las frutas
que están marcadas tipográficamente son los chabacanos, cacahuates y tejocotes,
y entre las verduras los chícharos, ésta última, palabra que procede del
mozarábe, y que era usada con preferencia de otros sinónimos como guisante.
Asimismo, don Eduardo, dedica el capítulo titulado
“En el mercado”, para registrar en un contexto popular el habla oral de las clases más humildes. Alguno de los
fenómenos fonéticos de los da cuenta es la inestabilidad vocálica, ampliamente
estudiada y documentada sobre todo en
las hablas rústicas y vulgares y que en
los casos que a continuación se enlistan afecta a las vocales átonas que en su
mayoría registran el cambio de una
vocal cerrada a una vocal abierta: lecencia, por licencia,.envitar, por
invitar, mesmo, por mismo, desgusto, por disgusto y sólo algunos casos a la
inversa, una vocal abierta que se transforma
en una cerrada, como en los casos de siñora, por señora y pior , por
peor.
En cuanto a los
prefijos, se documenta ampliamente el uso del prefijo rete, cuyo significado
corresponde al prefijo re y la voz
onomatopéyica “chist”, usada para llamar a otros. Asimismo, Correa señala que en el registro de
las damas de sociedad abundaban “los mialmas”, “los encantitos”, y que en el habla de la mayor parte de los
termapolitenses se conocía el vocablo “maromear” con el sentido de cambiar
drásticamente de posición social, la
palabra “arrimarse”, con la acepción de confesarse religiosamente, el término
“caimanes” como los respiraderos del drenaje, los platicones como los
tertulianos de las boticas, las reboticas y las trastiendas, lugares,
popularmente conocidos en la urbe como “platicaderos”y por último los
“chimbirines” como adornos recargados, palabra ésta última, regionalismo tan en desuso que no es
consignada por ningún diccionario (a pesar de que yo tuve el gusto de
escucharla de labios de mi madre, quien también usaba el adjetivo
chimbirineado) y que mi propia computadora se cansa de marcármela con
rojo.
Asimismo,
otros términos que han caído en desuso y a los que les puede clasificar como
arcaísmos, resultan interesantes, pues nos permiten hacer una reflexión sobre
algunos aspectos del habla de los termapolitenses. Por ejemplo, el libro de
Correa, muestra que ciertos nahuatlismos
como tlacos y papaquis, que se
consigna como usados durante la Colonia, tuvieron vigencia hasta el siglo XIX. El primero, un término
que en náhuatl significa mitad y que
durante la Colonia designaba a la moneda que valía la octava parte del real
columnario, mientras que en el siglo xix
siguió siendo usado en algunos medios para nombrar el dinero o moneda
corriente; la segunda, deriva del
vocablo papaquiliztli, que significa gozo o alegría y que es utilizada para
denominar cierta música especial y algunos juegos y bailes típicos que eran
exclusivos de las festividades carnavalescas. Otros mexicanismos como la palabra tulises,
término del cual el Diccionario del español de México
afirma que, en el centro y norte de México, designaba al bandolero, asaltante de caminos,
particularmente aquel que formaba parte del grupo que asoló el estado de
Durango a mediados del siglo XIX: El mismo Diccionario hace referencia a un
corrido que decía: “Los tulises de hace
un año/salían a robar los Reales,/los tulises de hoy en día/salen a robar
tamales”. Diccionario del Español de México (DEM) http://dem.colmex.mx, El
Colegio de México, A.C., [ 03 de abril de 2014].
El autor, menciona casi enseguida, otras dos palabras peculiares: guayín; la
primera se refiere al vehículo de motor
que comenzó a usarse en a finales del siglo xix, el cual es definido como “Automóvil de pasajeros con un espacio amplio
y puerta en la parte trasera, que a veces se usa para transportar carga”. DEM.
En síntesis, este breve acercamiento nos da
una muestra muy rica del lenguaje que según Un
viaje a Termápolis caracterizaba no solamente la lengua oral de las clases
populares en Aguascalientes en el siglo XIX, sino también ciertos aspectos de
su vida cotidiana, y hasta las características más conspicuas de sus
habitantes. Estudios más puntuales nos darán a conocer aspectos que en este
trabajo apenas se sugieren. A
continuación y como apéndice de este trabajo, presento un esquema del corpus de
palabras estudiado.
Mexicanismos |
Regionalismos |
Nahuatlismos |
Modismos |
1.- Tulises |
Arrimarse (confesarse) |
Tlaco |
Le alzan pelo (le tienen miedo |
2.- Catrín |
Pinos (vino de) |
Otate |
De gollete |
3.- Guayín |
Chorrera (vino de SLP) |
Huarache |
De postín |
4.- Tejabán |
Caimanes (del drenaje) |
Tejocotes |
De pomada |
5.- Carrizo |
Chimbirín (adornos) |
Chicahuales |
¿De dedo, de hueso o de infla? |
6.- Zumba |
Luchón |
Chiquigüite |
Andar de cócono |
7.- Fregar |
Maromear |
Tepetate |
De pasada |
8.- Pirul |
Platicón, platicaderos |
Papaquis |
Pelar la pava (andaluz) |
9.- Chabacano |
Gorupos |
Paliacate |
De almartigón y cola amarrada |
10.- Colonche |
Chinguirito |
Cuico |
Dormir la mona |
11.- Chamuco |
Machos |
|
Misas de once |
12.- Jorongo |
Calientitas |
|
Potes con tijeras |
13.- Rebozo |
rete |
|
Hacer las once |
14.- Pozole |
Lecencia |
|
Se les cansó el caballo |
15.- Guango |
Envitar |
|
A cuerno limpio |
16.- Chinaco |
Mesmo |
|
|
17.- Mocho |
Desgusto |
|
|
18.- Chípil |
Bombín |
|
|
19.- Joto |
Chis (para llamar a alguien) |
|
|
20.- Soltura |
Cotorras (panes) |
|
|
21.- Alear |
Tostadas |
|
|
22.- Recorte |
Parián |
|
|
23.- Pollos |
Calambures |
|
|
Bibliografía
Diccionario de la Real Academia
Española (DRAE)
Diccionario del Español de México (DEM) http://dem.colmex.mx,
El Colegio de México, A.C.
Correa, Eduardo J., Un viaje a
Termápolis, México, Editorial Botas,
1937.
[1]
El Diccionario del español de México
es resultado de un conjunto de investigaciones del vocabulario utilizado en la
República Mexicana a partir de 1921. Las investigaciones se llevan a cabo desde
1973 en el Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de
México. El Diccionario del español de
México es un diccionario integral del español en su variedad mexicana,
elaborado sobre la base de un amplio estudio del Corpus del español mexicano
contemporáneo (1921-1974) y un conjunto de datos posteriores a esa última fecha
hasta el presente. Se trata de una obra original, de carácter descriptivo,
hecha con criterios exclusivamente lingüísticos. Todo el vocabulario que
incluye ha sido usado o se usa en México, al menos desde 1921.
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