Normalistas, generación 63-69, Aguascalientes

Estelas de la memoria

“La vida no es como fue, sino como la recordamos” Gabriel García Márquez

Cuarenta años de presencia en nuestras vidas de lo que experimentamos en el primer edificio amado con verdadera pasión. La Normal del Estado.
: Las remembranzas están aquí, sin jerarquía, sin cronología, sin orden. Están aquí con el simple objeto de suscitar otras memorias, por lo tanto, una disculpa, tanto para los recuerdos mencionados, como para los olvidados.

Algunos y algunas de los que educaban en la Normal

Una anciana maestra llega a la puerta de la escuela en un taxi. Alguien la conduce en su silla de ruedas hasta el salón de clases. Es seria, viste de negro y con su pelo austeramente recogido en la nuca ¿qué nos puede inspirar sino inspirar respeto? Sin embargo, es amable y dicta con claridad unos apuntes de Gramática española.
En la clase se escucha un murmullo: se trata de la importante maestra Conchita Maldonado, y está enferma. Pocos días después supimos de su muerte, pero nos dejó la imagen de una vocación vivida hasta lo último.

Mientras un chal negro ondea sobre su cabeza, La maestra Rafaelita, en clase de literatura, declama: A mí me gustan las tardes grises / las melancólicas, las heladas, / en que los cierzos tiemblan de frío/ en que los vientos gimiendo pasan/ en que las aves, bajo las frondas, / el pico esconden bajo del ala. Podíamos odiar su manía d e bajarnos las bastillas de las faldas, pero no podemos olvidar que nos transmitió su gusto por la poesía romántica.

Tu be: ser o estar, tu du: hacer, to have: haber o tener. Fue una probadita de inglés de la que sólo nos queda el recuerdo de una seria maestra de responsabilidad proverbial, que nos hacía repetir incansablemente: I am, you are, he is, she is, it is, you are, we are, they are. Querida e ignorada maestra, eres la cifra de lo que hemos sido muchas de nosotras en la vida de incontables alumnos: apenas una breve señal que pervive a través de algunas palabras que no sabemos porqué mecanismos se quedan grabadas en la memoria.

“Doña” Magdalena Vázquez González, en la clase de historia, contestaba a todas las preguntas del maestro Alejandro Topete del Valle, quien se preciaba de enseñarnos algo más de lo que viene en los libros. Nunca olvidaré que nos juzgó lo suficientemente maduras a los catorce años como para enterarnos de que un sacerdote como el padre de la Patria, también fue un hombre con debilidades humanas.

Lupita Serna pudo haber pasado por nuestra formación sin pena ni gloria, a no ser porque nos hizo ver y analizar la película “Días de otoño”, donde las singulares actuaciones de Ignacio López Tarso y Pina Pellicer daban vida a una intensa trama en la que las frustraciones de una mujer joven a quien habían dejado plantada frente al altar, se convirtieron en una verdadera barrera para su felicidad al lado de un hombre maduro, quien, no obstante, penetró en su psicología y al final la salvó de vivir en el pasado. Las imágenes en blanco y negro de la película cobraron un significado especial e imborrable después de que las analizamos bajo la conducción de esta maestra.

Del Seminario al temblor de piernas. Óscar Malo llegando por primera vez a la Normal. Ahí se hizo maestro y volcó todo su entusiasmo en la formación de dos grupos artísticos: el Orfeón y la Estudiantina, ambos de gloriosí sima memoria.

La señora Gelos y su clase de teatro. Tengo grabado un apasionante ensayo de La casa de Bernarda Alba, donde la sombra viril de Pepe el romano se cernía sobre Martirio, sobre Angustias, sobre la propia locura de la abuela, pero sólo descansaba plácida y voluptuosamente sobre el cuerpo y los labios de Adela. Después de vivir esa experiencia ¿quién no iba a amar el teatro?

Las alumnas

Las huellas de los pies de Alicia Ávila (y de otras compañeras, seguramente, Laurita Torres, quizá, Lucila Martínez ) pintadas caminando por los patios de la Escuela fueron un signo de muchos pasos dados en la vida- Alicia después marcaría su propio rumbo en la enseñanza de las matemáticas. (Es claro que me tenía que equivocar. Una de las verdaderas hacedoras de las huellas, mi queridísima amiga Beatriz Morones me lo reclamó con toda razón cuando escuchó este texto)

Unas muchachas con uniformes azul eléctrico: (falda de tablas, camisa blanca) patrocinadas por Bancomer desfilaron en la inauguración del glorioso campeonato de básquet-ball. No ganaron nunca ningún juego, pero sí la crítica de su maestra Chela Robles, los gritos de las demás compañeras, el sudor y la cascarita inevitables.

Las muchachas se hartan de moras en la huerta, se esconden bajo sus sombras verdes, se impregnan de su humedad entrañable. Recuerdo que alguien, con toda parsimonia, recoge violetas perfumadas en el jardín frontal de nuestra escuela. ¿Verdad, Paty Cruz?

Cande Mora, Cande Mora ¿quién te hizo tan morosa, tan amorosamente amable que hasta despertabas nuestra envidia porque nadie podía igualarte?

Cabeza de chorlito, cabeza de piedra, aquí, en la vida, tiene usted su t de tortilla.

Ecos estudiantiles ¿fue un periódico escolar o son los gritos de las muchachas los que aún se escuchan por los corredores del ahora Museo?

El arte

Fragmentos de canciones. Fragmentos de dulzura.

El Orfeón, como todo orfeón tiene tres clases de voces: soprano, mezzosoprano y contralto. Eso cualquiera lo sabe, lo que no es fácil de saber es la felicidad que se experimenta al cantar, al escuchar otros tonos, al advertir la profunda armonía que recorre el recinto, pasa por las gargantas y baja a las almas. Eso no es fácil, eso hay que vivirlo, cuando una tiene dieciséis, diecisiete, dieciocho años. Eso, afortunadamente, nos marca para siempre.
La novia
Blanca y radiante va la novia/ le sigue atrás un novio amante/ y que al unir sus corazones/ hacen morir mis ilusiones/ ante al altar está llorando/ todos dirán que es de alegría/ dentro su alma va gritando/ ave María/
Mentirás también / al decir que sí/ y al besar la cruz / pedirás perdón /
y yo sé y olvidar nunca podría / que era yo y no aquél a quien querías/

No tengo edad
No tengo edad / no tengo edaaaad/ para amarte / y no está bien/ que salgamos solos los dos /
Tal vez querrás/ tal vez querrás/ esperarme que sea mayor/ y pueda darte, mi amor

Deja que viva / este amor tan romántico, / deja que llegue/ el día soñado. / mas ahora no/ no tengo edad/ Lara –lá , aja.

La estudiantina
Ése era un relajo más alegre, más jacarandoso, más disfrutable en su momento, pero también más efímero. Las canciones que ahí cantábamos se esfuman de mi memoria como una pompa de jabón. Salvo éstas. Pero como se pueden dar cuenta no son las más alegres.

Cuando mi barco navega/ por las llanuras del mar / pongo atención por si escucho a una sirena cantar /
corre, vuela, corta las olas del mar/ quien pudiera a una sirena encontrar /

Aguascalientes mi tierra querida/ al son de mi lira te vengo a encontrar/ porque te llevo en el pecho escondida / nunca en la vida te habré de olvidar/
Aguascalientes pa hacer tu retrato / no sé por donde tendré que empezar / primero pinto el jardín de San Marcos/ luego el Picacho / y después el Parián.
Aguascalientes tus lindas muchachas / son flores que adornan tu bello jardín/ ellas me inspiran y llenan mis sueños/ con sus perfumes de fiestas de abril/

Los últimos años


“Rosas rojas para una dama triste”. Angélica frente al misterio de la muerte joven. Virginia y la vida llevada hasta el filo de la fiesta, del canto, de las guitarras, de las mañanitas a las Cucas.
Nuestra Señora del Refugio, ampara a esta generación que te ofreció tempranamente uno de sus primeros frutos.

Enriqueta Zamora, Leonor Luévano, Olga Santos, y la más reciente: Estela Proa, que se nos han adelantado, rueguen por nosotras.

Martha Lilia Sandoval Cornejo
20 de junio de 2009

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