Un poema para cada estación del año
El
lector o lectora puede ser cualquiera de nosotros. El desocupado lector al que
le habla Don Miguel de Cervantes en el
Prólogo a su inmortal Don Quijote. Porque es esencial estar desocupado para
entretenerse con las minucias de la
literatura; se debe disponer de tiempo propio para disfrutar de la poesía. Era muy niña, pero mis papás me
dejaban vagar libremente hasta la vivienda
de mi abuela y de mi tía. Allí, en un cuarto solitario, una mañana pude hurgar en su cómoda. Ahí encontré, en la
Antología de mi tía Cuquis, lo que ella transcribió con su armoniosa letra
palmer. Ahí leí y aprendí varios poemas, de memoria. Luego los declamaría para
mis familiares. Les comparto uno de éstos. Quizá el más “primaveral”. Empezaba
mi vida. Todo tenía sabor de cuento maravilloso.
“Margarita
está linda la mar,/y el viento, /lleva esencia sutil de azahar;/yo siento
en
el alma una alondra cantar;/tu acento:/Margarita, te voy a contar/un cuento:
Esto
era un rey que tenía/un palacio de diamantes,/una tienda hecha de día/y un
rebaño de elefantes,/un kiosko de malaquita,/un gran manto de tisú,/y una
gentil princesita,/tan bonita,
Margarita,/tan
bonita, como tú”
Luego
viene el verano, estudias, te preparas, te casas, tienes un trabajo. Llegan los
hijos. Es una trayectoria más o menos
usual. La mía siguió esa ruta, parecida a tantas otras. El verano es largo y
laborioso. Los días pasan iguales, las jornadas pueden ser monótonas,
extenuantes. Vienen la soledad, el desánimo. En ese tiempo, muchas veces me
acompañó este poema. Innumerables veces
lo repetí en mi mente. Lo saboree en mi memoria. El poema es fuerte y desgarrador, pero me
hizo sentir acompañada.
“Dichoso
el árbol, que es apenas sensitivo,/y más la piedra dura porque esa ya no
siente,/pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,/ni mayor
pesadumbre que la vida consciente./
Ser
y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,/y el temor de haber sido y un futuro
terror.../Y el espanto seguro de estar mañana muerto,/y sufrir por la vida y
por la sombra /y por lo que no conocemos y apenas sospechamos,/y la carne que
tienta con sus frescos racimos/ ,y la tumba que aguarda con sus fúnebres
ramos,/¡y no saber adónde vamos,/ni de dónde venimos!...”
El
otoño se acerca y tu vida sigue siendo una vida anónima, y qué bueno que lo
sea. Ni directora de ninguna Institución, ni escritora, ni siquiera he podido
terminar de pulir mi tesis doctoral para
publicarla. El poema resuena en mi cabeza. Siento empatía con el poeta, con su vida de trasterrado, de advenedizo en estas
tierras. Todos en algún momento lo somos. Queremos pertenecer a círculos de los
que ni siquiera conocemos sus códigos.
“Así
es mi vida, /piedra,/como tú. Como tú,/piedra pequeña;/como tú,/piedra
ligera;/como tú,/canto que ruedas/por las calzadas/y por las veredas;/como
tú,/guijarro humilde de las carreteras;/como tú,/que en días de tormenta/te
hundes/en el cieno de la tierra/y luego centelleas/bajo los cascos/y bajo las
ruedas;/como tú, que no has servido/para ser ni piedra de una lonja,/ni piedra
de una audiencia,/ni piedra de un palacio,/ni piedra de una iglesia; como
tú,/piedra aventurera;/como tú,/que tal vez estás hecha/sólo para una
honda,/piedra pequeña/y/ligera..”.
Y,
por último, la lógica del tiempo te lleva a las etapas postrimeras. Sigues
trabajando. Con más ánimo quizá, pues has acumulado experiencias y sueños. Le
das vida a proyectos que serán tu legado.
Defines con mayor claridad tus objetivos. Valoras cada momento, cada
amistad. Te vuelcas en dar gracias. Y
empiezas a saber quién eres. No es gran cosa, pero eso que eres te ayuda a
sobrellevar los miedos, a encontrar con más facilidad el rostro de los otros.
Ya no te asustan tanto las caras ceñudas, ni las criticas. Puedes sobrellevar
el silencio de los otros con menos desazón en la conciencia. Allá ellos y sus
vericuetos. Los que te amaron, te seguirán amando, aunque quieran negarlo. Y
tú ya tienes tu poema para este
invierno. Puedes empezar a disfrutarlo.
“Y
yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando,/y se quedará mi huerto con su
verde árbol, y con su pozo blanco./Todas las tardes el cielo será azul y
plácido,/y tocarán, como esta tarde están tocando,/las campanas del
campanario./Se morirán aquellos que me amaron,/y el pueblo se hará nuevo cada
año,/y en el rincón de aquel mi huerto florido y encalado,/mi espíritu errará,
nostálgico./Y yo me iré, y estaré solo, sin hogar, sin árbol/verde, sin pozo
blanco,/sin cielo azul y plácido...Y se quedarán los pájaros cantando”.
Desocupados
lector o lectora, si me has seguido hasta aquí, quizá te preguntes quiénes son
los poetas autores de estos poemas. Son poetas muy conocidos Sin embargo, sus nombres son parte de este
juego. Me gustaría que tú los
compartieras.
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