Una lectura de Primero Sueño de Sor Juana Inés de la Cruz

“El mundo iluminado y yo despierta”. El viaje por la noche de Sor Juana. Una lectura de Primero Sueño.
El Primero sueño es el gran poema filosófico de Sor Juana. Se le ha considerado una representación de su búsqueda intelectual como proyecto de vida; por lo tanto, puede leerse como una contraparte de su “Carta a Sor Filotea de la Cruz”. Es la misma monja novohispana quien, al llamarlo un “papelillo llamado sueño”, nos invita a percibir, detrás de la retórica de la modestia, el aprecio que le tuvo a este trabajo. Un texto literario de gran trascendencia para sus lectores, quienes nos solemos preguntar: ¿Qué hacer frente a este monumento cultural? No nos queda otra opción que leerlo con pasión y naturalidad. Leyéndolo así, tal vez podamos encontrar, detrás de las magníficas formas del hipérbaton y de una cantidad impresionante de alusiones mitológicas, bíblicas y clásicas, la voz de una mujer del siglo XVII, capaz de comunicar algo importante a los lectores de cualquier época.
Para empezar, una encadenada serie de oraciones que discurren con dinamismo y fluidez nos lleva de los sonidos a las incógnitas, de los versos de once y siete sílabas - que forman el esquema métrico de las silvas- a los enigmas no resueltos fácilmente. ¿Quién es la Diosa “que tres veces hermosa, con tres hermosos rostros ser ostenta”? Aunque de momento lo ignoremos, el ostensible énfasis en el número tres, que, junto con el dos se repite a todo lo largo del poema, nos habla de la importancia que se da en este texto a los conceptos cifrados en números. [1] Asimismo, es evidente que el poema plantea desde el inicio como eje temático la humana búsqueda de un plano superior. Una búsqueda conceptual bosquejada en el poema con fuertes imágenes. De la tierra, se dice, se yergue la sombra en busca de la luz. Se advierte, además, que si se quiere alcanzar el estado de lucidez o despertar, será necesaria una ardua lucha para conquistar ese plano superior representado por el círculo e identificado con la sabiduría. Pero todo lo anterior planteado como un sueño.
La noche, que intensifica el silencio, la mudez, la apariencia de atención, es el escenario preparado por la poeta para el sueño; estado fisiológico que, en su radical similitud con la muerte, es delineado en el poema como igualador de todos los seres humanos. Esto parece más importante que discernir los posibles significados de la fisiología y la mitología del sueño, que quizá puedan ser leídos como parte de una exhibición de conocimientos, muy propia de la época barroca.
Éstos son los antecedentes de un viaje intelectual que Sor Juana quiere no sólo describir, sino representar imaginativamente. Así despliega en las siguientes estrofas las imágenes del águila y las dos Pirámides de los Ptolomeos, como alusiones a las cumbres, desde donde la visión intelectual puede enseñorearse. Una alusión a Homero, el “Griego ciego”, remite a los orígenes de tradición literaria occidental, para luego establecer el símil que contiene una de las menciones más claras a los objetivos que persigue el ser humano, según la visión del mundo de Sor Juana: “así la humana mente / su figura trasunta / y a la Causa primera siempre aspira /”. El poema refiere una aspiración sujeta a las vicisitudes de la historia porque alude a la torre de Babel, que representa la incomunicación y la diversidad de pareceres entre los hombres, quienes, siendo iguales en esencia, no se reconocieron como tales. Asimismo, los seres humanos, extenuados en su deseo de saber, son representados en la figura de Ícaro, quien cayó al vacío víctima de su intrépida avidez; se intuye que la poeta identifica esta aspiración con sus propias ambiciones: / “y por mirarlo todo, nada vía /”.
A partir de ese verso, “Primero Sueño” da un giro temático y en el poema se empieza a hablar de los grados del juicio, asimilándolos a la sombra medianera que representa la posibilidad de matizar la deslumbrante luz del conocimiento. Conocimiento que tiene que ir graduado y organizado, para ser aprehendido por el tan “tan pequeño vaso” de la mente humana. Ascender entonces por las diez categorías propuestas por Aristóteles para llegar a los conceptos abstractos del ser o la ciencia de los universales es la descripción de un camino personal seguido por la autora. No en balde se escucha esta vez su voz en primera persona: “De esta serie seguir mi entendimiento / el método quería”. Aquí también se advierte una dialéctica entre su aventura personal hacia la sabiduría y las facultades que recibe toda persona para poder hacer lo propio. Sor Juana pasa de uno a otro plano tan vertiginosamente que el lector puede perderse un poco. Pero no existe tal confusión, el poema es claro en ese sentido. El ser humano ha sido adornado, dice el poema, no sólo de cinco facultades sensibles, sino de tres “rectrices” interiores: la inteligencia, la voluntad y la memoria, según sabemos. Los siguientes versos proponen que esta humanidad es ─ como se ha revelado en la visión del evangelista San Juan ─ un compuesto de grandeza y miseria, cuya imagen estaba dada desde antiguo en la estatua de Nabucodonosor, a la que alude el poema, cuando dice “o la estatua eminente que del metal mostraba el más preciado / la rica altiva frente,/ y en el más desechado material / flaco fundamento hacía…·” vv 680-685.
Son estas enérgicas imágenes las que convoca la poeta para concluir en que, pese a todo, el Hombre es el mayor portento de la creación, una síntesis de la Naturaleza: “compendio que absoluto/ parece al ángel, a la planta, al bruto.”
Con la dialéctica que ya habíamos señalado, la monja novohispana se refiere a su historia personal en tercera persona, en una serie de cuadros que siguen más la lógica del sueño que la del intelecto, y por tanto, sus penetrantes visiones pueden ir de las cavernas pavorosas de Plutón a los hermosos y amenos campos Eliseos, siempre en una búsqueda incesante de los misterios de la naturaleza.
Al acercarse a su fin, el poema insiste en las imágenes que representan el agobio del ser humano rebasado en su pretensión de entender a la Naturaleza; representaciones cuyo contexto son estas inquietantes preguntas: ¿cómo en tan espantosa / máquina inmensa a discurrir pudiera,/ cuyo terrible e importante peso / - si ya en su centro mismo no estribara-/ de Atlante a las espaldas agobiara/ de Alcides a las fuerzas excediera;/ y el que fue de la Esfera / bastante contrapeso/ pesada menos, menos poderosa/ su máquina juzgara, que la empresa / de investigar a la Naturaleza?
Después, la palabra castigo aparece reiteradamente y reafirma el campo semántico de la culpa, que se complementa con los términos delito y zozobra. Pese a que hay una línea indecisa entre el sueño y la vigilia, la poeta es consciente de que algo se ha transmutado en su interior: “sin poder excusarse / había lentamente / el manjar transformado, / propia sustancia de la ajena haciendo”. El poema cierra con el anuncio de la llegada del día, con el cual las fantasmales imágenes huyen y dejan el cerebro desocupado. La naturaleza ha completado un ciclo, y la conclusión a la que llega la poeta es clara: La noche ha concluido, el mundo está iluminado y por primera vez en todo el poema aparece explícitamente el pronombre personal que representa al lúcido sujeto: “el mundo iluminado y yo despierta”.
El sentido del poema
Primero veamos el sentido de imitación en el poema. En la sección de poesías líricas del segundo volumen de sus obras editadas en Barcelona en 1693, se lee: “Primero Sueño que así intituló y compuso la madre Juana Inés de la Cruz imitando a Góngora”. En este aspecto es importante señalar la distinción que existe entre imitar a un modelo y el concepto de emulación, diferencia que José Pascual Buxó remarca acertadamente: este último concepto se refiere a una imitación potenciada por el propósito de superar el modelo. “En la emulatio el nuevo texto es el resultado de una tensión extrema entre el acatamiento formal de la obra que sirve como dechado- texto que debe ser reconocido por todos- y el prurito de originalidad, vale decir, de simultánea sujeción y apartamiento del texto modélico”.[2]
Para establecer las distinciones entre el Sueño de Sor Juana con respecto a las Soledades de Góngora, Pascual Buxó señala la doble perspectiva mediante la cual la monja novohispana describe la noche: la astronómica o científica y la alegórica o moral. Por un lado, alude al aspecto natural del fenómeno nocturno y, por otro, remite a ciertas figuras míticas que proporcionan los paradigmas culturales capaces de evidenciar los aspectos pecaminosos y trasgresores de quienes esperan a la noche para salir de sus guaridas. En cuanto a lo primero, Sor Juana hace una versión metaforizada de la Historia Natural de Plinio, y respecto a lo segundo apela a las aves que pululan en la noche, “las lechuzas (evocadas por Nictineme, metamorfoseada por causa del incesto cometido con su padre), los murciélagos (representados por las hijas de Minias, castigadas por haberse negado a participar en las fiestas béquicas[3]) y los búhos (aludidos por Ascálafo, mentiroso delator de Proserpina), todas ellas procedentes tanto de las Metamorfosis de Ovidio, como de ciertos emblemas o empresas en que tales figuras fueron utilizadas como prototipos de ciertos vicios o pecados”.[4]
Lo anterior demuestra la influencia de los emblemas en el Sueño de Sor Juana, y además descubre el papel destacado que tienen las imágenes poéticas en la disposición y significación del poema. Lejos del carácter ornamental que les han atribuido varios lectores e investigadores (Méndez Plancarte, por ejemplo), estas formas, dice Buxó constituyen un recurso ekfrástico (representación mental de un objeto), que funciona como reafirmación de las ideas que el autor quiere ir desarrollando. Este recurso es fundamental en la estética del barroco y aparece en las Soledades y en otros escritores del siglo XVII, lo que confirma las relaciones tan estrechas que se dan entre las obras pictóricas y literarias producidas en esta época.
Sin embargo, hay que tomar en cuenta que las imágenes son figuras dibujadas por la fantasía: formas inmateriales, simulacros, que según Margo Glantz, intentan traducir conceptos de otro modo inaccesibles al entendimiento, en suma, pretenden delinear “el modo posible / en que concebirse puede lo invisible”. v 285.
Estos versos son la analogía de una mirada en el reflejo, lo cual acentúa el carácter ambiguo de las imágenes que oscilan en dos polos contradictorios, ya sea una visión deslumbrante, perfecta, intacta, panorámica; simulacro en el reflejo de una realidad distinta, lejana, extranjera, y sin embargo, por breve lapso, plena. O visión confusa que hace que la vista retroceda encandilada. Lo anterior refuerza y simboliza la caída de Icaro, uno de los emblemas de la desobediencia, del atrevimiento, de la transgresión, trasgresión castigada, y con todo, siempre renovada, como lo demuestra más tarde la aparición del mito de Faetón en el poema.[5].
Todas las imágenes anteriores nos quieren llevar en el Sueño no sólo a los pensamientos sino especialmente a los sentimientos del hablante lírico. Nos hacen sentir su desvalimiento ante la magnitud de la empresa que se ha echado a cuestas, de ahí que resulte coherente la alusión al Atlante agobiado por el peso del mundo, que se “atreve sin embargo, a desafiar el cosmos”. Su trasgresión será castigada, pero como los personajes míticos que le sirven de emblema, la monja novohispana, aunque ‘entre escollos zozobra (ndo)’, dispuesta estará siempre a renovar su empresa”.[6]
Para concluir, recurro a las reflexiones que un estudio del poema ha suscitado en la investigadora Jennifer Cooley y que responden a una pregunta fundamental ¿cuál es la trascendencia social del texto aludido?
Al contrario de los modelos ofrecidos por los pensadores masculinos, el camino de perfección en el Sueño de Sor Juana se basa en el reconocimiento de los límites del individuo en cualquier deseo de dominar la situación a través de procesos intelectuales, competitivos y públicos. A su vez, se nota un cuestionamiento profundo a las creencias epistemológicas de su tiempo. Su poema nos deja la impresión de que el saber humano, tal como se concebía en el siglo XVII, no admitía fácilmente la entrada del los frutos de la investigación vital de los seres femeninos ni apoyaba los procesos intelectuales femeninos. [7]
El estudio de la investigadora norteamericana cuestiona los parámetros ideológicos en los que inscribe el texto y esto nos permite reflexionar en el poema de una manera distinta. El énfasis de su análisis coincide con nuestras intuiciones. A través de las variadas imágenes mitológicas, se alcanza a percibir que el poema es un reflejo de la manera en la que Sor Juana se ve a sí misma. Su ser individual y social se trasparentan en este escrito que lleva todas las marcas de un viaje intelectual, en el que la autora ha retomado sus propias limitaciones de manera creativa.
Sor Juana aprovecha esta marginación para revelar los límites sistémicos que se organizan a base de una serie de binarismos que siempre marginan a la mujer: público/privado, intelecto/imaginación, noche/día, soñar/ vivir, etc. […] Por consiguiente el sentido del poema se armoniza con la subversión del sistema dominante en la época, en tanto que no presupone un significado único como el resultado de la contemplación de una serie de categorías que puede percibir el intelecto agudo.
Y agrega estas reflexiones que ayudan a entender el sentido último del texto:
[el poema] parece conducir a la contemplación “despierta” de una multiplicidad de facetas de la existencia humana, entre ellas, triunfos y fracasos. Vemos que la esencia del saber humano femenina, según la versión ofrecida por Sor Juana, es una sombra fugitiva, múltiple e interminablemente compleja que se nutre de las contradicciones implícitas de su existencia. Estos son pasos importantes hacia la formación de un sujeto femenino que en vez de existir como ente secundario, celebra sus diferencias del sujeto masculino. [8]
En síntesis, ver Primero sueno como la construcción de un modelo de subjetividad femenina novohispana, supera a las interpretaciones de quienes han visto en este poema el sentido de una imposibilidad o fracaso en cuanto a alcanzar algún tipo de conocimiento.
Bibliografía:
Arroyo Hidalgo, Susana “Numerología en ‘Primero Sueño’ de Sor Juana”, en Aproximaciones a Sor Juana, Sandra Lorenzano, editora, México, Universidad del Claustro de Sor Juana, FCE, 2005, pp. 32-34.
Cooley, Jennifer “La sombra fugitiva. Sor Juana y un modelo de subjetividad” Aproximaciones…, pp. 81-88.
Glantz, Margo “Sor Juana: los materiales afectos”, Aproximaciones…, pp. 109-124.
Juana Inés de la Cruz, Obras completas, México, Porrúa, 1989. (Col. Sepan Cuantos), Núm 100.
Pascual Buxó, José “La imitación de Góngora en el Sueño de Sor Juana”, en Aproximaciones…, pp. 253- 278.
[1] Susana Arroyo Hidalgo en su artículo “Numerología en ‘Primero Sueño’ de Sor Juana”, encuentra los números dos y tres en las siete partes en las que se puede dividir el poema; al respecto señala: “simbólicamente el dos es un número de oposición, de conflicto, de reflexión. Designa además el principio femenino. En relación al número tres, y de acuerdo con el principio del poema “Piramidal funesta de la tierra...” se puede relacionar con Hermes Trismegisto y también con un orden espiritual e intelectual, en Dios, dentro del cosmos y dentro del hombre, entre otros significados”. En Aproximaciones a Sor Juana, Sandra Lorenzano, editora, México, Universidad del Claustro de Sor Juana, FCE, 2005, pp. 32-34.
[2] José Pascual Buxó, “La imitación de Góngora en el Sueño de Sor Juana”, en op. cit. p. 268.
[3] Según los emblemas de Alciato al murciélago, en el epigrama de éste último se lee que esa ave simboliza a los hombres “de mala fama que se esconden y temen el juicio ajeno”, citado por Buxó, ibidem.
[4] Ibidem.
[5] Margo Glantz, “Sor Juana: los materiales afectos” , en op. cit. p. 116.
[6] Ibid, p. 123.
[7] Jennifer Cooley, “La sombra fugitiva. Sor Juana y un modelo de subjetividad”, en op. cit. p. 83.
[8] Ibid,p. 88.
Para empezar, una encadenada serie de oraciones que discurren con dinamismo y fluidez nos lleva de los sonidos a las incógnitas, de los versos de once y siete sílabas - que forman el esquema métrico de las silvas- a los enigmas no resueltos fácilmente. ¿Quién es la Diosa “que tres veces hermosa, con tres hermosos rostros ser ostenta”? Aunque de momento lo ignoremos, el ostensible énfasis en el número tres, que, junto con el dos se repite a todo lo largo del poema, nos habla de la importancia que se da en este texto a los conceptos cifrados en números. [1] Asimismo, es evidente que el poema plantea desde el inicio como eje temático la humana búsqueda de un plano superior. Una búsqueda conceptual bosquejada en el poema con fuertes imágenes. De la tierra, se dice, se yergue la sombra en busca de la luz. Se advierte, además, que si se quiere alcanzar el estado de lucidez o despertar, será necesaria una ardua lucha para conquistar ese plano superior representado por el círculo e identificado con la sabiduría. Pero todo lo anterior planteado como un sueño.
La noche, que intensifica el silencio, la mudez, la apariencia de atención, es el escenario preparado por la poeta para el sueño; estado fisiológico que, en su radical similitud con la muerte, es delineado en el poema como igualador de todos los seres humanos. Esto parece más importante que discernir los posibles significados de la fisiología y la mitología del sueño, que quizá puedan ser leídos como parte de una exhibición de conocimientos, muy propia de la época barroca.
Éstos son los antecedentes de un viaje intelectual que Sor Juana quiere no sólo describir, sino representar imaginativamente. Así despliega en las siguientes estrofas las imágenes del águila y las dos Pirámides de los Ptolomeos, como alusiones a las cumbres, desde donde la visión intelectual puede enseñorearse. Una alusión a Homero, el “Griego ciego”, remite a los orígenes de tradición literaria occidental, para luego establecer el símil que contiene una de las menciones más claras a los objetivos que persigue el ser humano, según la visión del mundo de Sor Juana: “así la humana mente / su figura trasunta / y a la Causa primera siempre aspira /”. El poema refiere una aspiración sujeta a las vicisitudes de la historia porque alude a la torre de Babel, que representa la incomunicación y la diversidad de pareceres entre los hombres, quienes, siendo iguales en esencia, no se reconocieron como tales. Asimismo, los seres humanos, extenuados en su deseo de saber, son representados en la figura de Ícaro, quien cayó al vacío víctima de su intrépida avidez; se intuye que la poeta identifica esta aspiración con sus propias ambiciones: / “y por mirarlo todo, nada vía /”.
A partir de ese verso, “Primero Sueño” da un giro temático y en el poema se empieza a hablar de los grados del juicio, asimilándolos a la sombra medianera que representa la posibilidad de matizar la deslumbrante luz del conocimiento. Conocimiento que tiene que ir graduado y organizado, para ser aprehendido por el tan “tan pequeño vaso” de la mente humana. Ascender entonces por las diez categorías propuestas por Aristóteles para llegar a los conceptos abstractos del ser o la ciencia de los universales es la descripción de un camino personal seguido por la autora. No en balde se escucha esta vez su voz en primera persona: “De esta serie seguir mi entendimiento / el método quería”. Aquí también se advierte una dialéctica entre su aventura personal hacia la sabiduría y las facultades que recibe toda persona para poder hacer lo propio. Sor Juana pasa de uno a otro plano tan vertiginosamente que el lector puede perderse un poco. Pero no existe tal confusión, el poema es claro en ese sentido. El ser humano ha sido adornado, dice el poema, no sólo de cinco facultades sensibles, sino de tres “rectrices” interiores: la inteligencia, la voluntad y la memoria, según sabemos. Los siguientes versos proponen que esta humanidad es ─ como se ha revelado en la visión del evangelista San Juan ─ un compuesto de grandeza y miseria, cuya imagen estaba dada desde antiguo en la estatua de Nabucodonosor, a la que alude el poema, cuando dice “o la estatua eminente que del metal mostraba el más preciado / la rica altiva frente,/ y en el más desechado material / flaco fundamento hacía…·” vv 680-685.
Son estas enérgicas imágenes las que convoca la poeta para concluir en que, pese a todo, el Hombre es el mayor portento de la creación, una síntesis de la Naturaleza: “compendio que absoluto/ parece al ángel, a la planta, al bruto.”
Con la dialéctica que ya habíamos señalado, la monja novohispana se refiere a su historia personal en tercera persona, en una serie de cuadros que siguen más la lógica del sueño que la del intelecto, y por tanto, sus penetrantes visiones pueden ir de las cavernas pavorosas de Plutón a los hermosos y amenos campos Eliseos, siempre en una búsqueda incesante de los misterios de la naturaleza.
Al acercarse a su fin, el poema insiste en las imágenes que representan el agobio del ser humano rebasado en su pretensión de entender a la Naturaleza; representaciones cuyo contexto son estas inquietantes preguntas: ¿cómo en tan espantosa / máquina inmensa a discurrir pudiera,/ cuyo terrible e importante peso / - si ya en su centro mismo no estribara-/ de Atlante a las espaldas agobiara/ de Alcides a las fuerzas excediera;/ y el que fue de la Esfera / bastante contrapeso/ pesada menos, menos poderosa/ su máquina juzgara, que la empresa / de investigar a la Naturaleza?
Después, la palabra castigo aparece reiteradamente y reafirma el campo semántico de la culpa, que se complementa con los términos delito y zozobra. Pese a que hay una línea indecisa entre el sueño y la vigilia, la poeta es consciente de que algo se ha transmutado en su interior: “sin poder excusarse / había lentamente / el manjar transformado, / propia sustancia de la ajena haciendo”. El poema cierra con el anuncio de la llegada del día, con el cual las fantasmales imágenes huyen y dejan el cerebro desocupado. La naturaleza ha completado un ciclo, y la conclusión a la que llega la poeta es clara: La noche ha concluido, el mundo está iluminado y por primera vez en todo el poema aparece explícitamente el pronombre personal que representa al lúcido sujeto: “el mundo iluminado y yo despierta”.
El sentido del poema
Primero veamos el sentido de imitación en el poema. En la sección de poesías líricas del segundo volumen de sus obras editadas en Barcelona en 1693, se lee: “Primero Sueño que así intituló y compuso la madre Juana Inés de la Cruz imitando a Góngora”. En este aspecto es importante señalar la distinción que existe entre imitar a un modelo y el concepto de emulación, diferencia que José Pascual Buxó remarca acertadamente: este último concepto se refiere a una imitación potenciada por el propósito de superar el modelo. “En la emulatio el nuevo texto es el resultado de una tensión extrema entre el acatamiento formal de la obra que sirve como dechado- texto que debe ser reconocido por todos- y el prurito de originalidad, vale decir, de simultánea sujeción y apartamiento del texto modélico”.[2]
Para establecer las distinciones entre el Sueño de Sor Juana con respecto a las Soledades de Góngora, Pascual Buxó señala la doble perspectiva mediante la cual la monja novohispana describe la noche: la astronómica o científica y la alegórica o moral. Por un lado, alude al aspecto natural del fenómeno nocturno y, por otro, remite a ciertas figuras míticas que proporcionan los paradigmas culturales capaces de evidenciar los aspectos pecaminosos y trasgresores de quienes esperan a la noche para salir de sus guaridas. En cuanto a lo primero, Sor Juana hace una versión metaforizada de la Historia Natural de Plinio, y respecto a lo segundo apela a las aves que pululan en la noche, “las lechuzas (evocadas por Nictineme, metamorfoseada por causa del incesto cometido con su padre), los murciélagos (representados por las hijas de Minias, castigadas por haberse negado a participar en las fiestas béquicas[3]) y los búhos (aludidos por Ascálafo, mentiroso delator de Proserpina), todas ellas procedentes tanto de las Metamorfosis de Ovidio, como de ciertos emblemas o empresas en que tales figuras fueron utilizadas como prototipos de ciertos vicios o pecados”.[4]
Lo anterior demuestra la influencia de los emblemas en el Sueño de Sor Juana, y además descubre el papel destacado que tienen las imágenes poéticas en la disposición y significación del poema. Lejos del carácter ornamental que les han atribuido varios lectores e investigadores (Méndez Plancarte, por ejemplo), estas formas, dice Buxó constituyen un recurso ekfrástico (representación mental de un objeto), que funciona como reafirmación de las ideas que el autor quiere ir desarrollando. Este recurso es fundamental en la estética del barroco y aparece en las Soledades y en otros escritores del siglo XVII, lo que confirma las relaciones tan estrechas que se dan entre las obras pictóricas y literarias producidas en esta época.
Sin embargo, hay que tomar en cuenta que las imágenes son figuras dibujadas por la fantasía: formas inmateriales, simulacros, que según Margo Glantz, intentan traducir conceptos de otro modo inaccesibles al entendimiento, en suma, pretenden delinear “el modo posible / en que concebirse puede lo invisible”. v 285.
Estos versos son la analogía de una mirada en el reflejo, lo cual acentúa el carácter ambiguo de las imágenes que oscilan en dos polos contradictorios, ya sea una visión deslumbrante, perfecta, intacta, panorámica; simulacro en el reflejo de una realidad distinta, lejana, extranjera, y sin embargo, por breve lapso, plena. O visión confusa que hace que la vista retroceda encandilada. Lo anterior refuerza y simboliza la caída de Icaro, uno de los emblemas de la desobediencia, del atrevimiento, de la transgresión, trasgresión castigada, y con todo, siempre renovada, como lo demuestra más tarde la aparición del mito de Faetón en el poema.[5].
Todas las imágenes anteriores nos quieren llevar en el Sueño no sólo a los pensamientos sino especialmente a los sentimientos del hablante lírico. Nos hacen sentir su desvalimiento ante la magnitud de la empresa que se ha echado a cuestas, de ahí que resulte coherente la alusión al Atlante agobiado por el peso del mundo, que se “atreve sin embargo, a desafiar el cosmos”. Su trasgresión será castigada, pero como los personajes míticos que le sirven de emblema, la monja novohispana, aunque ‘entre escollos zozobra (ndo)’, dispuesta estará siempre a renovar su empresa”.[6]
Para concluir, recurro a las reflexiones que un estudio del poema ha suscitado en la investigadora Jennifer Cooley y que responden a una pregunta fundamental ¿cuál es la trascendencia social del texto aludido?
Al contrario de los modelos ofrecidos por los pensadores masculinos, el camino de perfección en el Sueño de Sor Juana se basa en el reconocimiento de los límites del individuo en cualquier deseo de dominar la situación a través de procesos intelectuales, competitivos y públicos. A su vez, se nota un cuestionamiento profundo a las creencias epistemológicas de su tiempo. Su poema nos deja la impresión de que el saber humano, tal como se concebía en el siglo XVII, no admitía fácilmente la entrada del los frutos de la investigación vital de los seres femeninos ni apoyaba los procesos intelectuales femeninos. [7]
El estudio de la investigadora norteamericana cuestiona los parámetros ideológicos en los que inscribe el texto y esto nos permite reflexionar en el poema de una manera distinta. El énfasis de su análisis coincide con nuestras intuiciones. A través de las variadas imágenes mitológicas, se alcanza a percibir que el poema es un reflejo de la manera en la que Sor Juana se ve a sí misma. Su ser individual y social se trasparentan en este escrito que lleva todas las marcas de un viaje intelectual, en el que la autora ha retomado sus propias limitaciones de manera creativa.
Sor Juana aprovecha esta marginación para revelar los límites sistémicos que se organizan a base de una serie de binarismos que siempre marginan a la mujer: público/privado, intelecto/imaginación, noche/día, soñar/ vivir, etc. […] Por consiguiente el sentido del poema se armoniza con la subversión del sistema dominante en la época, en tanto que no presupone un significado único como el resultado de la contemplación de una serie de categorías que puede percibir el intelecto agudo.
Y agrega estas reflexiones que ayudan a entender el sentido último del texto:
[el poema] parece conducir a la contemplación “despierta” de una multiplicidad de facetas de la existencia humana, entre ellas, triunfos y fracasos. Vemos que la esencia del saber humano femenina, según la versión ofrecida por Sor Juana, es una sombra fugitiva, múltiple e interminablemente compleja que se nutre de las contradicciones implícitas de su existencia. Estos son pasos importantes hacia la formación de un sujeto femenino que en vez de existir como ente secundario, celebra sus diferencias del sujeto masculino. [8]
En síntesis, ver Primero sueno como la construcción de un modelo de subjetividad femenina novohispana, supera a las interpretaciones de quienes han visto en este poema el sentido de una imposibilidad o fracaso en cuanto a alcanzar algún tipo de conocimiento.
Bibliografía:
Arroyo Hidalgo, Susana “Numerología en ‘Primero Sueño’ de Sor Juana”, en Aproximaciones a Sor Juana, Sandra Lorenzano, editora, México, Universidad del Claustro de Sor Juana, FCE, 2005, pp. 32-34.
Cooley, Jennifer “La sombra fugitiva. Sor Juana y un modelo de subjetividad” Aproximaciones…, pp. 81-88.
Glantz, Margo “Sor Juana: los materiales afectos”, Aproximaciones…, pp. 109-124.
Juana Inés de la Cruz, Obras completas, México, Porrúa, 1989. (Col. Sepan Cuantos), Núm 100.
Pascual Buxó, José “La imitación de Góngora en el Sueño de Sor Juana”, en Aproximaciones…, pp. 253- 278.
[1] Susana Arroyo Hidalgo en su artículo “Numerología en ‘Primero Sueño’ de Sor Juana”, encuentra los números dos y tres en las siete partes en las que se puede dividir el poema; al respecto señala: “simbólicamente el dos es un número de oposición, de conflicto, de reflexión. Designa además el principio femenino. En relación al número tres, y de acuerdo con el principio del poema “Piramidal funesta de la tierra...” se puede relacionar con Hermes Trismegisto y también con un orden espiritual e intelectual, en Dios, dentro del cosmos y dentro del hombre, entre otros significados”. En Aproximaciones a Sor Juana, Sandra Lorenzano, editora, México, Universidad del Claustro de Sor Juana, FCE, 2005, pp. 32-34.
[2] José Pascual Buxó, “La imitación de Góngora en el Sueño de Sor Juana”, en op. cit. p. 268.
[3] Según los emblemas de Alciato al murciélago, en el epigrama de éste último se lee que esa ave simboliza a los hombres “de mala fama que se esconden y temen el juicio ajeno”, citado por Buxó, ibidem.
[4] Ibidem.
[5] Margo Glantz, “Sor Juana: los materiales afectos” , en op. cit. p. 116.
[6] Ibid, p. 123.
[7] Jennifer Cooley, “La sombra fugitiva. Sor Juana y un modelo de subjetividad”, en op. cit. p. 83.
[8] Ibid,p. 88.
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