El eterno sapo

Alguien se comió un sapo
que fue digerido largamente
en Navidades, cumpleaños y otras fiestas.
Entró a nuestras conciencias
como un “perfecto buceador”
y todos fuimos
“apenas una hoja de loto que palpita,
de toda la creación un bicho feo”
pero todo está bien, todo es perfecto,

los años han pasado
y el poema del sapo sigue siendo
ese espejo donde todos vamos aprendiendo
a mirar la belleza, nuestra propia belleza
no importa lo vulgar y cotidiana
que parezca.

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