César Vallejo. Donde la vida y la poesía se abrazan
César Vallejo. Donde vida y poesía se abrazan
Saúl Yurkievich, ustedes lo conocen, el crítico y escritor argentino es un gran conocedor de la obra de César Vallejo por lo que sus ensayos tienen la virtud de resaltar los rasgos más genuinos de la escritura del poeta peruano. En este breve acercamiento no glosaré su trabajo. Me permito solamente presentar algunos ejemplos que convocan lo más sobresaliente de la trayectoria poética de Vallejo y junto con ello citaré las precisiones críticas de Yurkievich que nos hacen percibir más intensamente el imaginario del poeta. Los ensayos están en el libro La movediza modernidad (1996), donde el crítico compila varios de sus trabajos aparecidos en otras publicaciones. Sobre Vallejo comienza obviamente con Los heraldos negros en un ensayo cuyo titulo “El ser que se disocia”, (pp. 73-82), sugiere las tensiones que aparecen ya en la primera obra del escritor peruano.
“Vallejo llega en el momento de la interiorización intimista del postmodernismo, del regreso al origen, de la recuperación del mundo natal, de la búsqueda de la autenticidad, de la autoctonía. Coincide con Ramón López Velarde, con Gabriela Mistral, con Luis Palés Matos, con Baldomero Fernández Moreno”. (p. 73). Frente al modernismo de Darío al que remeda y rinde homenaje a través del mismo título y los recursos poéticos utilizados, Vallejo vislumbra un camino personal.
“El imaginario de Vallejo está modelado por la matriz cristiana. No puede ni ser voyeur, ni sátiro, ni sádico, ni vampiro. Tiene demasiada conciencia de la endeblez, de la transitoriedad, de la falta. Es un buscador del sentido, desesperado por tanta insignificancia; un apetente ontológico condenado al no ser; un metafísico en constante querella con Dios que se eclipsa, que reparte injustamente la suerte, que desampara a sus criaturas, que las deja en ayuno, a la deriva. Un penitente no puede ser erótico. En “Espergesia” dice:
Todos saben que vivo,
que mastico… Y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de féretro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del desierto.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.” (p. 81).
Sobre el libro Poemas humanos el ensayo “Aptitud humorística en Poemas humanos”, (pp. 147-169) destaca que, frente a la exagerada seriedad que raya en lo solemne de algunos críticos de este libro, es el humorismo la nota que puede centrar la intención del poemario. Por ejemplo en poemas como:
Y si vi en la lesión de la respuesta
claramente
la lesión mentalmente de la incógnita
si escuché, si pensé en mis ventanillas
nasales, funerales, temporales,
fraternalmente
piadosamente echadme a los filósofos.
“Panteón” (p. 158).
Confianza en el anteojo, no en el ojo;
en la escalera, nunca en el peldaño;
en el alma no en el ave
y en ti solo, en ti solo, en ti solo.
“Confianza en el anteojo, no en el ojo” (p. 158).
Quiero escribir, pero me siento puma;
quiero laurearme, pero me encebollo.
No hay voz hablada que no llegue a bruma,
no hay dios ni hijo de dios sin desarrollo.
(p. 159).
Invierte el sufrimiento posiciones, da función
en que el humor acuoso es vertical
al pavimento,
el ojo es visto y esta oreja oída,
y esta oreja da nueve campanadas a la hora
del rayo, y nueve carcajadas
del trigo, y nueve sones hembras
a la hora del llanto, y nueve cánticos
a la hora del hambre, y nueve truenos
y nueve látigos, menos un grito.
(“Los nueve monstruos”)
Un disparate, una premisa ubérrima
a cuyo yugo ocasional sucumbe
el goce espiritual de mi cintura.
Un disparate…En tanto,
es así, más acá de la cabeza de Dios,
en la tabla de Locke, de Bacon, en el lívido pescuezo
de la bestia, en el hocico del alma.
(“Tengo un miedo terrible de ser un animal…”) (p. 163).
Relátate agarrándote
de la cola del fuego y a los cuernos
en que acaba la crin su atroz carrera;
rómpete pero en círculos;
fórmate pero en columnas combas;
descríbete atmosférico, ser de humo,
a paso redoblado de esqueleto.
(“Oye a tu masa, a tu cometa, escúchalos; no gimas…”) (p. 167).
“El humor y el juego operan como mediadores entre lo favorable y lo adverso, entre intimidad y alteridad, entre la omnipotencia intrapsíquica y el limitado control de lo real externo. El humor en tanto conciencia irónica, o sea conciencia indecisa, perpleja, es el mejor intermediario entre lo trágico y lo cómico, pues propicia el balanceo y la transacción entre estos copartícipes antagónicos de nuestra existencia.” (p. 164).
Último ensayo, “España, aparta de mí este cáliz: ¿poesía prosélita?” (pp. 173- 192)
Desde el título notamos la actitud polémica del crítico. Su propósito de develar el verdadero sentido del último poemario de Vallejo hace de este ensayo un verdadero balance de la trayectoria poética del escritor peruano. Comienza por conceder que “España, aparta de mí este cáliz” es poesía de circunstancia o sea poesía ocasional, pero en seguida matiza, “Pero el evento que lo inspira no es individual, pertenece a la historia colectiva”.(p 179).
Luego vienen los argumentos:
“Vallejo ha postulado siempre, en todas las escalas de su itinerario, una poesía neorromántica, extática, sujeta al mandato interior, al dictamen íntimo, al imperativo entrañable, donde concurrencia del mundo con su mundo se vincula con inspirada ocurrencia”. (p. 178).
“Desde Trilce Vallejo brega por una modernidad entrañable, vivencial, modernidad asimilada e introyectada hacia el fuero más íntimo. Vallejo trata de amalgamar la modernidad con personalidad profunda. Aquella no consiste en hacer inventario de novedosas invenciones, en la mención expresa de la utilería tecnológica, sino en la asimilación de la nueva experiencia del mundo radicalmente transformado por la era moderna, por la ampliación y modificación radical del horizonte de conciencia. Todo ello debe transfundirse en una sensibilidad distinta. Para Vallejo modernidad implica forjar una poesía que represente el apropiamiento personal, vital, en carne propia, del nuevo condicionamiento intelectual, social y psicológico. […]. Vallejo propone no una mimesis sino una ascesis vanguardista, signada por una necesidad interna, sujeta a un mandato de autenticidad. (p. 180).
Para sustentar esta poética están los mismos artículos de César Vallejo publicados algunos años atrás. Nótese el parecido con las razones que aporta Ramón López Velarde para sustentar un arte “criollista”.
“En 1927 publica en Variedades un balance y perspectiva que titula “Contra el secreto profesional”. Allí se despacha contra las imposturas de la literatura hispanoamericana. […]. Contra estas importaciones epidérmicas, Vallejo reclama un “timbre humano”, un latido vital y sincero; reclama emoción natural, honradez espiritual, autoctonía tácita o sea raigal”. (p. 181).
Dejemos para otro momento una comparación entre la obra de Vallejo y la de López Velarde.
Saúl Yurkievich, ustedes lo conocen, el crítico y escritor argentino es un gran conocedor de la obra de César Vallejo por lo que sus ensayos tienen la virtud de resaltar los rasgos más genuinos de la escritura del poeta peruano. En este breve acercamiento no glosaré su trabajo. Me permito solamente presentar algunos ejemplos que convocan lo más sobresaliente de la trayectoria poética de Vallejo y junto con ello citaré las precisiones críticas de Yurkievich que nos hacen percibir más intensamente el imaginario del poeta. Los ensayos están en el libro La movediza modernidad (1996), donde el crítico compila varios de sus trabajos aparecidos en otras publicaciones. Sobre Vallejo comienza obviamente con Los heraldos negros en un ensayo cuyo titulo “El ser que se disocia”, (pp. 73-82), sugiere las tensiones que aparecen ya en la primera obra del escritor peruano.
“Vallejo llega en el momento de la interiorización intimista del postmodernismo, del regreso al origen, de la recuperación del mundo natal, de la búsqueda de la autenticidad, de la autoctonía. Coincide con Ramón López Velarde, con Gabriela Mistral, con Luis Palés Matos, con Baldomero Fernández Moreno”. (p. 73). Frente al modernismo de Darío al que remeda y rinde homenaje a través del mismo título y los recursos poéticos utilizados, Vallejo vislumbra un camino personal.
“El imaginario de Vallejo está modelado por la matriz cristiana. No puede ni ser voyeur, ni sátiro, ni sádico, ni vampiro. Tiene demasiada conciencia de la endeblez, de la transitoriedad, de la falta. Es un buscador del sentido, desesperado por tanta insignificancia; un apetente ontológico condenado al no ser; un metafísico en constante querella con Dios que se eclipsa, que reparte injustamente la suerte, que desampara a sus criaturas, que las deja en ayuno, a la deriva. Un penitente no puede ser erótico. En “Espergesia” dice:
Todos saben que vivo,
que mastico… Y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de féretro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del desierto.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.” (p. 81).
Sobre el libro Poemas humanos el ensayo “Aptitud humorística en Poemas humanos”, (pp. 147-169) destaca que, frente a la exagerada seriedad que raya en lo solemne de algunos críticos de este libro, es el humorismo la nota que puede centrar la intención del poemario. Por ejemplo en poemas como:
Y si vi en la lesión de la respuesta
claramente
la lesión mentalmente de la incógnita
si escuché, si pensé en mis ventanillas
nasales, funerales, temporales,
fraternalmente
piadosamente echadme a los filósofos.
“Panteón” (p. 158).
Confianza en el anteojo, no en el ojo;
en la escalera, nunca en el peldaño;
en el alma no en el ave
y en ti solo, en ti solo, en ti solo.
“Confianza en el anteojo, no en el ojo” (p. 158).
Quiero escribir, pero me siento puma;
quiero laurearme, pero me encebollo.
No hay voz hablada que no llegue a bruma,
no hay dios ni hijo de dios sin desarrollo.
(p. 159).
Invierte el sufrimiento posiciones, da función
en que el humor acuoso es vertical
al pavimento,
el ojo es visto y esta oreja oída,
y esta oreja da nueve campanadas a la hora
del rayo, y nueve carcajadas
del trigo, y nueve sones hembras
a la hora del llanto, y nueve cánticos
a la hora del hambre, y nueve truenos
y nueve látigos, menos un grito.
(“Los nueve monstruos”)
Un disparate, una premisa ubérrima
a cuyo yugo ocasional sucumbe
el goce espiritual de mi cintura.
Un disparate…En tanto,
es así, más acá de la cabeza de Dios,
en la tabla de Locke, de Bacon, en el lívido pescuezo
de la bestia, en el hocico del alma.
(“Tengo un miedo terrible de ser un animal…”) (p. 163).
Relátate agarrándote
de la cola del fuego y a los cuernos
en que acaba la crin su atroz carrera;
rómpete pero en círculos;
fórmate pero en columnas combas;
descríbete atmosférico, ser de humo,
a paso redoblado de esqueleto.
(“Oye a tu masa, a tu cometa, escúchalos; no gimas…”) (p. 167).
“El humor y el juego operan como mediadores entre lo favorable y lo adverso, entre intimidad y alteridad, entre la omnipotencia intrapsíquica y el limitado control de lo real externo. El humor en tanto conciencia irónica, o sea conciencia indecisa, perpleja, es el mejor intermediario entre lo trágico y lo cómico, pues propicia el balanceo y la transacción entre estos copartícipes antagónicos de nuestra existencia.” (p. 164).
Último ensayo, “España, aparta de mí este cáliz: ¿poesía prosélita?” (pp. 173- 192)
Desde el título notamos la actitud polémica del crítico. Su propósito de develar el verdadero sentido del último poemario de Vallejo hace de este ensayo un verdadero balance de la trayectoria poética del escritor peruano. Comienza por conceder que “España, aparta de mí este cáliz” es poesía de circunstancia o sea poesía ocasional, pero en seguida matiza, “Pero el evento que lo inspira no es individual, pertenece a la historia colectiva”.(p 179).
Luego vienen los argumentos:
“Vallejo ha postulado siempre, en todas las escalas de su itinerario, una poesía neorromántica, extática, sujeta al mandato interior, al dictamen íntimo, al imperativo entrañable, donde concurrencia del mundo con su mundo se vincula con inspirada ocurrencia”. (p. 178).
“Desde Trilce Vallejo brega por una modernidad entrañable, vivencial, modernidad asimilada e introyectada hacia el fuero más íntimo. Vallejo trata de amalgamar la modernidad con personalidad profunda. Aquella no consiste en hacer inventario de novedosas invenciones, en la mención expresa de la utilería tecnológica, sino en la asimilación de la nueva experiencia del mundo radicalmente transformado por la era moderna, por la ampliación y modificación radical del horizonte de conciencia. Todo ello debe transfundirse en una sensibilidad distinta. Para Vallejo modernidad implica forjar una poesía que represente el apropiamiento personal, vital, en carne propia, del nuevo condicionamiento intelectual, social y psicológico. […]. Vallejo propone no una mimesis sino una ascesis vanguardista, signada por una necesidad interna, sujeta a un mandato de autenticidad. (p. 180).
Para sustentar esta poética están los mismos artículos de César Vallejo publicados algunos años atrás. Nótese el parecido con las razones que aporta Ramón López Velarde para sustentar un arte “criollista”.
“En 1927 publica en Variedades un balance y perspectiva que titula “Contra el secreto profesional”. Allí se despacha contra las imposturas de la literatura hispanoamericana. […]. Contra estas importaciones epidérmicas, Vallejo reclama un “timbre humano”, un latido vital y sincero; reclama emoción natural, honradez espiritual, autoctonía tácita o sea raigal”. (p. 181).
Dejemos para otro momento una comparación entre la obra de Vallejo y la de López Velarde.
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