Ser dignos de leer poesía

La música sostiene los amores imposibles
Del libro Cantar por cantar de
Darío Jaramillo Agudelo, poeta colombiano
En recuerdo de Maruja Nahle y Juan Manuel de la Rosa
Darío Jaramillo Agudelo, poeta colombiano
En recuerdo de Maruja Nahle y Juan Manuel de la Rosa
Últimamente, cuando leo un libro de poemas pido a Dios ser digna de escuchar esa voz silenciosa que se ha trasfigurado en palabras audibles y que trasmite algún mensaje imposible, un mensaje equiparable al agua que se destila a través de una roca, porque es un mensaje que ha pasado por días y días de silencio y nosotros pretendemos agotar su contenido en dos o tres rápidas pasadas visuales por el texto. Es entonces cuando la poesía me parece un juego inocente, un juego de niños que dicen y no dicen, que hablan por hablar y que desconocen el sentido de los signos. Pero esto es sólo un engaño, una apariencia -me digo- y vuelvo a leer el libro y lo compruebo: “todos los amores imposibles son eternos”. ¡Qué maravillosa felicidad! Es el niño quien afirma, desde la sencillez, la absoluta falta de condiciones para el amor, la absoluta utopía. La única condición es que los amores sean imposibles para que sean perfectos.
En eso radica la exquisitez del poema, de los poemas, en la conciencia del poeta de que las palabras están hechas para crear un mundo, como las notas están ahí para crear la música del verso, o el ritmo del corazón. ¿Qué es lo que falta entonces? La creencia. Porque leyendo así, el poema se convierte en una oración o un conjuro y se puede creer como el poeta que dice: “ahora te invoco/ ahora te invoco y vuelvo a embriagarme de un instante de cielo/ de mi más lejano amor imposible.”. Y dije creencia y lo confirmo, porque sólo algo parecido a la fe, quizá sólo la fe misma, puede hacer creíble la paradoja que profetiza que “irás solo y abrazado a tu dichosa nada” y que además: “irás acorazado contra el tedio/ de algún modo sereno”. La paradoja que se ahonda cada vez más dentro de sí misma y es capaz de expresar cómo la salvación le viene, nos viene, de un vacío acompañado: “Sufrí/ vinieron a salvarme los amores imposibles,/ amores sin astucia y sin heridas,/ amores curativos que no existen”.
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